Jueces Históricos

Benjamín Victorica

Retrato del juez Benjamín Victorica

El 14 de septiembre de 1831, Josefa Vivanco y Bernardo Victoríca, jefe de policía en tiempos de Juan Manuel de Rosas, vieron nacer a su hijo Benjamín Victorica, quien se convertiría ya de grande en el quinto presidente que tuvo la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Victorica estudió en el Colegio de los Jesuitas y en el Colegio Republicano de Buenos Aires. Se graduó de doctor en jurisprudencia en la Universidad de Buenos Aires con una tesis titulada “Los efectos del bloqueo”, en la que sostuvo que el bloqueo equivalía a una declaración de guerra. Fue un ferviente rosista desde la Academia de la Jurisprudencia y las columnas en La Gaceta Mercantil, donde publicó loas al restaurador y a su hija Manuelita.

Al igual que los ministros Benjamín Gorostiaga, Marcelino Ugarte y Saturnino M. Laspiur, dio sus primeros pasos en el ejercicio de la profesión en el estudio jurídico de Baldomero García, por donde también pasaron Bernardo de Irigoyen y Miguel Navarro Viola. A partir de 1853 actuó en Entre Ríos al lado de Justo José de Urquiza, con quien mantuvo una estrecha unión luego de un pasado que los encontró en bandos opuestos. Victorica contrajo matrimonio con Ana Urquiza y López, una de las hijas del general.

Bajo el mando de Urquiza, tuvo varias funciones que lo fueron ascendiendo jerárquicamente, desde oficial del Ministerio del Interior hasta juez en lo civil y comercial de Concepción del Uruguay, diputado al Congreso de Paraná en 1858 y ministro de Guerra y Marina del presidente Santiago Derqui. Tuvo, incluso, una intensa actividad judicial como albacea de la sucesión de su suegro, y se desempeñó también como profesor en la Facultad de Derecho de Buenos Aires, de la cual fue decano.

Victorica volvió a ser nombrado ministro de Guerra y Marina durante la primera presidencia de Julio A. Roca. Adversario de la candidatura de Miguel Ángel Juárez Celman, renunció el 11 de julio de 1885 para aceptar el nombramiento de ministro plenipotenciario y enviado extraordinario en la República Oriental del Uruguay. Terminada su gestión diplomática, el propio Celman lo designó titular del Máximo Tribunal por decreto del 10 de agosto de 1887, en reemplazo de Benjamín Gorostiaga.

La primera sentencia que llevó su firma es del 13 de septiembre, en la causa “José Goitia y Cía. c/Antonio Barbich”. Allí el tribunal resolvió que el juez recusado por una de las causales comprendidas en el artículo 43 de la ley de procedimientos debe, una vez que se reconoce por la contraparte la verdad de ella, inhibirse del conocimiento del juicio, y los autos que dicte después de recusado son nulos. También intervino en los célebres casos “Sojo” y “Elortondo”. En el primero, la Corte desestimó la declaración de inconstitucionalidad del artículo 20 de la ley 27, ya que interpretó que éste no ampliaba su competencia originaria más allá de los supuestos consagrados en la Constitución. En el otro, declaró por primera vez la inconstitucionalidad de una ley del Congreso.

Su firma también está en “Ortega”, en el que se resolvió que la prisión de un senador nacional no puede ser mantenida una vez comenzadas las sesiones ordinarias sin dar cuenta del hecho a la respectiva Cámara, y en “Rodríguez”, donde el tribunal estableció el alcance de la potestad del Ejecutivo de detener a una persona durante el estado de sitio.

El 15 de junio de 1892, tras cinco años en la Corte, renunció a su cargo y fue reemplazado por Octavio Bunge. Ese mismo año, al asumir la presidencia Luis Sáenz Peña, Victorica volvió a ser designado (por tercera vez) ministro de Guerra y Marina, y en 1899 integró como delegado una comisión para estudiar los límites de la Puna de Atacama, en el diferendo con Chile. Entre 1902 y 1906 el exministro fue diputado nacional y, terminada su gestión parlamentaria, pasó a formar parte del directorio del Banco de la Nación. Siete años más tarde, el 27 de enero, falleció en Buenos Aires.