Jueces Históricos

Luis Sáenz Peña

Retrato del juez Luis Sáenz Peña

Antes de convertirse en el décimo segundo presidente de la Argentina, Luis Sáenz Peña integró la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Había nacido en Buenos Aires el 2 de abril de 1822, hijo de María Luisa Dávila y Roque Julián Sáenz Peña, juez de la cámara de apelaciones y miembro de la Legislatura de Buenos Aires en tiempos de Juan Manuel de Rosas.

En 1843 Luis terminó los estudios de cirugía en la Universidad de Buenos Aires y dos años después los de abogacía en la misma casa de altos estudios. Se desempeñó en la Academia Teórica de Jurisprudencia, pero luego de la caída de Rosas se apartó de toda actividad pública debido a la estrecha vinculación de su familia con aquel gobierno.

Sáenz Peña fue senador provincial durante la gobernación de Carlos Casares en la provincia de Buenos Aires, luego su vicegobernador entre 1874 y 1878, más tarde diputado nacional y en 1882 juez de la Suprema Corte provincial, cargo al que renunció a comienzos de 1885 al no poder fijar su domicilio en La Plata, como lo exigían las nuevas normas luego de la fundación de esa capital. Tras ello, ocupó la presidencia del Banco de la Provincia de Buenos Aires; la dirección de la Academia de Jurisprudencia, y una vocalía en el Consejo General de Educación.

El 13 de diciembre de 1890 Carlos Pellegrini lo designó para integrar el Máximo Tribunal en reemplazo de Federico Ibarguren. Al ser propuesto como candidato a la Presidencia de la Nación -cargo que asumiría el 12 de octubre de 1892- se le aceptó la renuncia al tribunal por decreto del 29 de marzo de ese año. 

Si bien su paso por la Corte fue breve, le tocó intervenir en dos célebres casos relacionados con el golpe de Estado en Chile de 1891. En uno de ellos, se encontraba en el puerto de Buenos Aires el buque de guerra chileno Pilcomayo, cuya tripulación, haciendo causa común con los revolucionarios de su patria, se habían sublevado contra sus superiores. La rebelión fue controlada y entregada en calidad de presa a la Prefectura argentina. Los detenidos interpusieron un recurso de hábeas corpus.

Con el voto de Sáenz Peña, Benjamín Victorica, Calixto de la Torre, Luis Varela y Abel Bazán, el Máximo Tribunal dijo que, conforme a la ficción de extraterritorialidad vigente en aquella época, los sublevados hubieran podido ser juzgados a bordo según las leyes chilenas, tratándose de un buque militar, pero una vez en tierra argentina, quedaban sometidos a sus leyes. “En el caso de actos de hostilidad o guerra civil cometidos por insurgentes de un Estado extranjero en aguas territoriales de un Estado neutro, es regla de derecho internacional entregar al Gobierno de ese estado, sólo las naves o cosas tomadas a aquellos, no las personas” (Fallos:43:321).

También firmó la sentencia en el caso “Guerrero, Adolfo en representación de la República de Chile c/ Bollero, Vicente”, en el que las autoridades provisorias habían acreditado en Buenos Aires como Ministro Diplomático al señor Guerrero, quien solicitó ante el Juzgado Federal de Buenos Aires la rescisión de un contrato de compra del vapor Aquila celebrado por el anterior representante diplomático.

La personería que invocaba Guerrero surgía de una comunicación de la cancillería argentina haciéndole saber que el ministro argentino en Santiago había sido notificado en el Palacio de La Moneda del cese del anterior representante chileno y de la designación de Guerrero.

El Máximo Tribunal concluyó que la documentación era suficiente para acreditar la personería del actor: “Los actos de soberanía y de gobierno de un Estado independiente, en lo que se refiere a la designación de un agente o empleado, no pueden razonablemente entenderse sujetos a las formas rigurosas que el derecho civil prescribe para los actos privados entre particulares” (Fallos: 46:133).

La gestión de Sáenz Peña al frente del Poder Ejecutivo resultó accidentada y breve. Presentó su renuncia y el Congreso Nacional la aceptó el 22 de enero de 1895. Su hijo, Roque, ocuparía ese mismo cargo entre 1910 y 1914.

Sáenz Peña murió en Buenos Aires el 4 de diciembre de 1907, a los 85 años.